La hija de Isaías Carrasco ocupa el lugar de su padre en la cabina del peaje

Lean este magnífico artículo de M. Rueda publicado en El diario El Correo.

Allí estaba ella. Sandra Carrasco, la hija de Isaías, el ex concejal socialista asesinado por ETA el pasado 7 de marzo, era ayer una de las empleadas que cubrían el turno de tarde en el peaje de la autopista que da entrada a Mondragón. Allí estaba ella. Desafiando al vértigo. Sandra. Manejando la misma registradora, la misma barrera que su padre manejó hasta hace apenas mes y medio, cuando cinco balas sembraron muchas vidas y esa cabina de vacío y sombra. Con cada saludo a los conductores, Sandra oficializaba su coraje, que ella misma quiso dejar en el anonimato de una conversación íntima entre su memoria y la de Isaías. «No quiero protagonismo. La noticia de hoy es el pleno», se disculpó ante los periodistas que la reconocieron.

Con el cabello más claro, los 'piercings' en su rostro, la hija mayor de Isaías sonreía quedamente. Pueden imaginar ese gesto. Piensen en aquella joven que, durante el funeral, confortaba a su madre y sus dos hermanos con una media sonrisa abrumada y digna, de orgullo por «el hombre valiente que siempre ha dado la cara». ¿Cuándo ha empezado a trabajar en el peaje? Silencio. Se la ve incómoda, huidiza, humilde. Es una empleada más. Ayer, la cara por su progenitor debía darse en otro lugar, a tres kilómetros escasos de distancia. «De verdad, no quiero hablar. El protagonismo no es mío, es del pleno», repetía con tremenda amabilidad mientras daba salida a los coches.

Perplejidad

Euskadi resulta, en ocasiones, un espectáculo difícil y trágico que se causa perplejidad a sí mismo. En efecto, «la noticia» radicaba en la moción interpuesta contra la alcaldesa de ANV Inocencia Galparsoro al no haber condenado el atentando por el que Sandra cobraba ayer durante el turno de tarde en el peaje de Mondragón y su padre estaba ausente de la cabina. Paradójicamente, a la joven de 19 años le correspondió dar paso a quienes se dirigían al Ayuntamiento.

Por delante de su ventanilla pasó parte de la plana mayor del PSE-EE, líderes y simpatizantes que hace unas semanas llamaron a «arropar» a la familia Carrasco. Pagaron la tasa de autopista y la hija de la última víctima mortal de ETA les franqueó el acceso. Así, en la normalidad de una tarde de primavera en el centro geográfico de Euskadi, la mella de la violencia se hizo rutina. Aun así, algunos automovilistas no pudieron ocultar su sorpresa al contemplar, impertérrita, a la hija de Isaías Carrasco desempeñando su labor. Varios periodistas se preguntaban por ella en el pleno.

Y no debió de ser fácil trabajar en ese turno. Delante de su cabina de control circularon bastantes de los aeneuvistas que acudieron al pleno con la intención de protestar contra la moción, contra la necesidad moral de condenar el asesinato de su progenitor. Sandra demostró coraje. Cumplió con su cometido. Si el ánimo flaqueó al anochecer, cuando se supo que la moción había sido desestimada, quedó para ella, Isaías y la soledad de la autopista. Las autopistas siempre producen sensación de orfandad.