Tengo que reconocer que los momentos que estamos viviendo en Euskadi, son sin duda de vital trascendencia para nuestro devenir en el futuro. No me cabe ninguna duda, que viendo como se están desarrollando los acontecimientos, la paz cada día parece mas cerca, y esto, pese a quien pese, esta cada día mas extendido en la sociedad vasca y española, y todo, a pesar del PP, con su estrategia de desgaste, y su falta de prospectiva de fututo.
El encuentro entre el PSE-EE, y la Izquierda Abertzale, no es más que un claro exponente de lo que reclama la amplia mayoría de la sociedad vasca, y esto se ve claramente en el último euskobarometro publicado por la Universidad del País Vasco, que refleja con claridad cuales son las verdaderas preocupaciones que nos atañen.
La paz, es el OBJETIVO, y por tanto todo aquello que contribuya a alcanzar éste, sin previo pago de precio político, es loable y plausible.
Sin ningún lugar a dudas, si hay algo por lo que hemos luchado los que nos comprometimos por una idea política como la nuestra, es el alcanzar una sociedad normalizada con espacios de convivencia en los que quepamos todos con nuestras legítimas discrepancias, y la disparidad de sentimientos. Euskadi, es de todos y para todos, y así y solo así se puede entender una sociedad como la nuestra con ansias de normalidad.
Volviendo al encuentro antes citado, he de deciros que uno de los mejores artículos que he leído sobre lo acontecido en el Hotel Amara Plaza y su significado lo firma Alberto Surio en el Diario Vasco, y os transcribo en su totalidad.
Fuente: Diario Vasco
Alberto Surio
No hubo apretón de manos, al menos en público, pero la imagen del encuentro de ayer valía mil discursos. Bajo una estampa de la bahía de La Concha y el Peine del Viento -el atrezzo del «marco incomparable» puso fácil la metáfora- la inédita fotografía entre sendas delegaciones del PSE y Batasuna en el Salón Urola del hotel Amara-Plaza de San Sebastián ofreció un retrato valioso para la historia contemporánea vasca. Hace escasos meses pocos pensaban que el canal de diálogo secreto mantenido en los últimos cuatro años en el caserío Txilarre de Elgoibar fructificaría en una reunión que visualiza la apertura de nuevos tiempos en la política vasca. Tiempos nuevos cargados de riesgos y recelos, de incomprensiones y críticas, pero también de esperanzas y oportunidades de que otro futuro es posible. Aún queda un largo camino pero no es tan descabellado pensar que el consenso vasco pueda ensancharse sobre un nuevo acuerdo «entre diferentes» respetuoso con la pluralidad, en libertad y en paz.Se trata, sobre todo, de una foto de gran alcance simbólico, porque las conversaciones reales, las que se han producido sin luz ni taquígrafos, han durado meses y han permitido constatar desencuentros de fondo pero también superar algunos estereotipos. Y, sobre todo, han posibilitado que se comience a construir un mínimo de confianza que contrasta muchas veces con el cruce público de emplazamientos.La reunión servirá para empujar el proceso de paz y tendrá recorrido porque se sustenta en una dinámica progresiva de compromisos y pasos recíprocos en la que han entrado tanto el PSE como la izquierda abertzale a la hora de diseñar un proceso hacia la paz y la normalización política. Las coincidencias en las sendas intervenciones de López y Otegi resultaban reveladoras de que este deshielo no comenzó ayer sino tiempo atrás, aunque ahora arroje sus primeros frutos visibles.Los socialistas abren la puerta de la futura legitimación de la izquierda abertzale como interlocutor político que tiene que formar parte de «la solución». Y Batasuna acepta por la vía de los hechos -aunque ayer no lo explicitara- que tiene que aterrizar en el principio de la legalidad para trabajar en la política democrática, lo que supone plantear una fórmula que sirva para superar la Ley de Partidos y dejar sin sentido el cerco judicial. Lo que implica apostar sólo por el juego de la política y rechazar el empleo de la violencia para defender y lograr sus objetivos. Se trata de las dos caras de la misma moneda, una pieza de reciprocidad trabajada hasta el detalle. Cada una de las partes necesita cobertura para 'vender' a la sociedad su posición, una dinámica que prepara el camino para la futura mesa de partidos, pero a la vez evita la humillación del «otro».La cita de ayer plantea como eje del debate la necesidad de compartir un procedimiento, un método, que sitúa la reivindicación de la izquierda abertzale en el cauce de la legalidad, pero que a la vez implica que ésta pueda modificarse atendiendo al principio de las mayorías democráticas.De esta forma el complejísimo ovillo que enreda la situación vasca podría ir poco a poco soltando sus hilos más allá de maximalismos. En apariencia no resulta nada sencillo, sobre todo porque hay heridas sociales que la violencia ha provocado y que aún siguen sin cicatrizar. Y porque persiste un profundo desencuentro ideológico. Pero en la práctica ya se sabe que si hay voluntad política pueden romperse hasta los nudos gordianos más enrevesados. Los conflictos de convivencia han terminado siempre en torno a una mesa porque, como dijo una vez el israelí Moshé Dayan, para hacer la paz hay que hablar con los enemigos, no con los amigos.
